El “Síndrome de Procusto” en la política: cuando la rigidez impide la diversidad

El vicio de la política que vemos hace años basado en la imposición de visiones únicas, el silenciamiento de voces diferentes y la negativa a adaptarse a una realidad cambiante afectan la calidad de las democracias y sus diferentes poderes.

Actualidad16/12/2024
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El mito de Procusto

En el panorama político actual, ya sea nacional o local, una metáfora tomada de la mitología griega se ha vuelto una herramienta útil para entender la relación entre el poder, las ideas y la ciudadanía. Se trata del “Síndrome de Procusto”, un concepto que se refiere a la tendencia de líderes o grupos políticos a forzar la realidad para que encaje en modelos muy rígidos y autocráticos.

Esta actitud se ve reflejada en la resistencia a aceptar diferentes puntos de vista, el silenciamiento de voces críticas y la aplicación de políticas que buscan una única forma de resolver problemas, sin reconocer la variedad de contextos que existen.

El término proviene del mito de Procusto, un posadero que obligaba a sus huéspedes a ajustarse a una cama de hierro, estirándolos o cortándolos si no coincidían con la medida exacta.

En la política, esta metáfora describe la presión por uniformar pensamientos, experiencias y situaciones, sin importar las consecuencias sociales, económicas o humanas.

Señales de alerta en el ámbito político

En la práctica, el “Síndrome de Procusto” aparece cuando los líderes o partidos imponen ideologías rígidas sin considerar las diferencias entre las personas. Al mismo tiempo, se dejan de lado las opiniones que no encajan con el discurso oficial, lo que debilita y tiende a suprimir la riqueza del debate público.

Por otro lado, el uso de soluciones estándar para problemas complejos, sin tener en cuenta las particularidades de cada región o comunidad, muestra una falta de flexibilidad y de inteligencia. Además, este síndrome suele ir acompañado de una marcada desconfianza en la delegación de tareas y resistencia al cambio, manteniendo formas de hacer las cosas que probablemente ya no responden a las necesidades actuales.

Un impacto visible en la democracia

La influencia del “Síndrome de Procusto” en la política afecta la calidad de la democracia. Al dificultar el diálogo, la apertura y la representación de intereses variados, se generan tensiones y enfrentamientos y se limita la posibilidad de llegar a acuerdos duraderos y a puede llegar a poner en riesgo la gobernabilidad. Esto puede acabar con la confianza de la gente en las instituciones de la democracia, dificultar las reformas necesarias y socavar la credibilidad debilitando la confianza de la gente en el sistema político.

Desafíos 

Para superar este problema, es importante fortalecer la independencia de los diferentes poderes del Estado, especialmente la Justicia, para evitar que una sola visión se imponga sin controles.

La transparencia, la rendición de cuentas y el acceso libre a la información son esenciales para que la ciudadanía conozca qué sucede y pueda participar de manera efectiva en la vida política.

La inclusión de diversos sectores sociales en la toma de decisiones, especialmente aquellos que han sido marginados por sus posicionamientos disidentes, también es una herramienta clave. Esto permite que el sistema político reconozca las necesidades reales de la población. A su vez, diversificar y ampliar el abanico de actores y propuestas ayuda a escapar de la rigidez que caracteriza al “Síndrome de Procusto”.

Flexibilidad y apertura

En un mundo que manifiesta un cambio de paradigma en la forma de comunicar y de entender la política y que continúa evolucionando, es crucial que las democracias se adapten y respondan a las nuevas realidades.

Reconocer la existencia y las consecuencias del problema es un primer paso para no caer en la trampa de uniformar todo a fuerza de presiones, amenazas o compra de voluntades.

Superar este problema exige que los líderes sean más abiertos, que comprendan el contexto y que la base de su verdadero poder se encuentra en la gente que depositó en ellos su confianza y expectativas, que las instituciones funcionen con probada solidez e independencia y el fortalecimiento de la participación ciudadana.

Solo con más flexibilidad, valorando la diversidad y escuchando distintas perspectivas, se podrán construir sistemas políticos más justos, dinámicos e inclusivos. De esta forma, ningún ideal, persona o idea tendrá que ser deformado para encajar en un molde que no le corresponde.

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